Pedro dijo que somos “sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2:5).
Cuando usted va a la iglesia, ¿piensa de verdad acerca de los himnos que canta o medita en las cosas que escucha, que están enseñando y predicando? Usted necesita cultivar un corazón que adora. Y su adoración no debiera estar limitada a cuando va al templo. El culto que se celebra en el templo debiera ser el catalítico que le mueve a adorar en todo tiempo. En The Ultimate Priority [La prioridad final] (Chicago: Moody, 1983) yo decía que adoramos mejor cuando somos completamente obedientes. Obediencia es la definición básica de adoración. Al igual que la obediencia, la adoración tiene que ser una forma de vida en vez de solo un ejercicio religioso de los domingos. Hebreos 10:22 nos invita a que nos acerquemos a Dios. Santiago 4:8 es más específico: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. ¿Se ha acercado usted alguna vez a Dios con prisas? ¿Permite usted que su corazón y mente asciendan cuando escucha los himnos, la lectura de las Escrituras o la oración? ¿Medita usted con profunda devoción? Recuerde, tenemos que ser un pueblo que adora. Extraído del libro, “El Plan del Señor Para La Iglesia” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.
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