LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES
La Epístola a los Filipenses (Flp), junto con la dirigida a Filemón, es la más personal de cuantas poseemos del apóstol Pablo. Es también el testimonio de un sentir gozoso y de mutua gratitud: de Pablo hacia los filipenses, que lo habían socorrido en momentos muy difíciles para él; y de los filipenses hacia Pablo, agradecidos por la labor que entre ellos había realizado.
Desde los primeros contactos hasta la redacción de esta carta habían pasado varios años. Aquellos encuentros iniciales, que dieron origen a una estrecha relación fraternal (Fil. 1.3-8; 4.1), tuvieron lugar durante el segundo viaje misionero de Pablo, después de haber él recorrido el interior de Asia Menor, desde Cilicia, al sudeste de la península, hasta Troas, al noroeste. En Troas, acompañado de Silas, Timoteo y seguramente también de Lucas, embarcó Pablo rumbo a Neápolis, puerto del norte de Grecia. De allí se dirigió a Filipos, donde no se detuvo mucho tiempo, aunque sí el suficiente para fundar una iglesia, la primera nacida en suelo europeo. Esta comunidad cristiana estaba formada en su mayor parte por personas que habían pasado del paganismo al judaísmo (véase, p.e., el caso de Lidia de Tiatira, Hch. 16.14-15), las cuales se reunían para el culto «fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración» (Hch. 16.13) |
Iglesia Bíblica de la Gracia Puebla
Av 29 poniente #2517, Col Benito Juárez (Salón Capricci) Horarios: Domingo 11:00 am Todos los derechos reservados |