|
En una época donde el relativismo moral domina y muchas personas creen que pueden definir a Dios a su manera, aún hoy el Señor sigue llamando a los suyos con poder, por medio de su Palabra viva y eficaz. Este testimonio no es una historia sobre una persona que decidió cambiar de religión o mejorar su vida moral, sino el relato de cómo Dios, por pura gracia, abrió los ojos de un hombre para que viera la gloria de Cristo. El ser humano no busca a Dios por iniciativa propia (Romanos 3:11), sino que es Dios quien, en su soberana voluntad, llama eficazmente a aquellos que ha escogido para salvación. Este testimonio es una muestra viva de ese llamado. Nací en un hogar de tradición católica. Crecí con una idea vaga de Dios: alguien lejano, moldeable, una figura religiosa más que un ser real, santo y personal. Mi niñez estuvo marcada por los rezos repetitivos y las misas interminables a las que asistía sin comprender su sentido. La religión era una costumbre, no una convicción. Ya en la universidad, tomé las riendas de mi vida según mi parecer. Me sumergí en el mundo de la música: tocaba en bares, amanecía en casas ajenas, vivía intensamente. No fumaba, no bebía y no consumía drogas, eso me daba una sensación de superioridad moral. "Me creía “buena persona” en comparación con otros" La idea de pecado ni siquiera tenía espacio en mi conciencia. Veía a Dios como una invención útil para los débiles, una narrativa creada por las religiones para mantener el control. Años más tarde, me reencontré con quien el día de hoy por la gracia de Dios se convirtió en mi esposa. En ese momento ninguno de los dos imaginábamos el giro que daría nuestra vida. Comenzamos a vivir juntos, ella no era creyente en ese momento, tenía un conocimiento básico del cristianismo por su infancia. Su hermana nos invitó a la iglesia varias veces, pero nunca fuimos. En cambio, adoptamos un estilo de vida vegano, no por salud, sino por una visión humanista: pensábamos que eso nos hacía personas más éticas y compasivas. “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” -Proverbios 14:12 Un día, mi pareja comenzó a experimentar síntomas extraños: escalofríos, temblores, dificultad para respirar. Los médicos no hallaron explicación. Días después, me dijo que quería ir a la iglesia y, aunque me costó aceptarlo, fuimos. Recuerdo claramente que no entendí el sermón; me molestó. El pastor citaba la Biblia, una fuente completamente ajena para mí. Salí molesto y dije que no volvería, que si ella quería ir, yo la llevaría y la recogería, pero no me quedaría. Pasaron algunas semanas, y su condición de salud empeoró. Me pidió nuevamente que fuéramos a la iglesia y yo, movido por la compasión y el temor, accedí a quedarme a su lado. Puedo decir que fue en ese momento que el Señor comenzó a obrar en mí. O, mejor dicho, fue cuando comencé a darme cuenta de lo que ya estaba haciendo. "Nunca habría considerado acercarme a Dios por mi propia cuenta. No lo buscaba, no lo deseaba. Pero Él me buscó a través del dolor y la necesidad de alguien a quien amaba." El evangelio comenzó a iluminar mi entendimiento. Lo que antes me parecía absurdo, comenzó a cobrar sentido. Sentí como si me quitaran un velo de los ojos. "Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad." -2 Corintios 3:16-17 Día tras día, sermón tras sermón, la Palabra me confrontaba. Me vi obligado a cuestionar todo lo que había creído. Dejé atrás el veganismo, no como una simple decisión alimenticia, sino como parte de un proceso más profundo: abandonar una visión humanista para abrazar una verdad absoluta centrada en Dios y no en el hombre. Ella también fue transformada. Ambos vivimos un proceso lleno de luchas, diferencias, resistencia y quebrantamiento. Fui necio muchas veces, aferrado a mis ideas. Pero la gracia de Dios fue más poderosa. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos… y disierne los pensamientos y las intenciones del corazón” -Hebreos 4:12 Eventualmente, entendí que no se trataba de una mejora personal, sino de una resurrección espiritual. Jesucristo no vino a hacerme una mejor persona, sino a darme vida cuando estaba muerto en mis delitos y pecados. Con el tiempo, comenzamos a congregarnos regularmente. Nos sumamos a estudios bíblicos, tomamos cursos en la iglesia. Finalmente, nos hicimos miembros. Hoy servimos juntos al Señor, con gratitud, sabiendo que todo lo que somos y hacemos es por gracia, para la gloria de Dios sola. Este testimonio es una historia más entre millones que testifican que el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16). A través de la predicación fiel de la Palabra, el Señor sigue rescatando a hombres y mujeres de las tinieblas para llevarlos a la luz admirable de su Hijo. No se trata de religión, sino de regeneración; ser hechos nuevos por dentro. No hay salvación fuera de Cristo. La moral, la espiritualidad, las buenas intenciones o filosofías de vida no bastan. Todos necesitamos al Salvador. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere.”
-Juan 6:44
0 Comentarios
Your comment will be posted after it is approved.
Leave a Reply. |
ArtículosArtículos para el crecimiento espiritual del cuerpo de Cristo. Archives
Noviembre 2025
Categories |
|
Iglesia Bíblica de la Gracia Puebla
Horarios: Domingo 11:00 am Todos los derechos reservados |
RSS Feed