“Quien una vez cree verdaderamente que Jesús fue resucitado de la muerte y confiesa que Jesucristo es el Señor, irá al cielo cuando muera. Pero no termina ahí. Dicha persona irá al cielo cuando muera sin importar qué obra (o falta de ella) pueda acompañar dicha fe.” (Once Saved, Always Saved, p.19).
Kendalll también escribe: “Espero que nadie tome esto como un ataque a la Confesión de Westminster. No lo es.” (p.22). ¡Pero es precisamente eso! Kendall expresamente debate en contra de la afirmación de Westminster, que la fe no puede fallar. Él cree que lo que mejor caracteriza a la fe es una simple mirada: “uno solo necesita ver al Portador de los Pecados, una vez para ser salvo” (p.23). Este es un ataque a gran escala en contra de la doctrina de la perseverancia afirmada en la Confesión de Westminster. Peor aún, mina, quebranta la Escritura misma. Desafortunadamente, es una opinión que creen cristianos en nuestros días. John Murray, comentando acerca de esta tendencia hace ya medio siglo, defendió la expresión “la perseverancia de los santos”: Este no es el mejor interés de la doctrina involucrada sustituir la definición de origen “La Seguridad del Creyente”, no porque sea errónea en sí misma, sino porque la otra fórmula es mucho más cuidadosa y está implícitamente incluida. No es cierto que el creyente está seguro por siempre no importa cuánto pueda caer en pecado e infidelidad. ¿Por qué no es cierto? No es cierto porque establece una combinación imposible. Es cierto que el creyente peca; él puede caer en pecado grave y retroceder por períodos largos de tiempo. Pero también es cierto que el creyente no puede abandonarse al pecado; él no puede estar bajo el dominio del pecado; él no puede ser culpable de ciertos tipos de infidelidad. La verdad es que la fe de Jesucristo es siempre respecto a una vida en santidad y fidelidad. Y por lo tanto no es apropiado jamás, pensar acerca de un creyente independientemente de sus frutos en la fe y santidad. Decir que un creyente está seguro sea cual fuere el alcance de su adicción al pecado en su vida, es extraer fe en Cristo de su definición y a ese abuso transformarlo de la gracia de Dios en lascivia. La doctrina de la perseverancia es la doctrina en que los creyentes perseveran…y no significa que ellos serán salvos independientemente de su perseverancia o continuación, pero que ellos seguramente perseverarán. Consecuentemente, la seguridad que les pertenece es inseparable de su perseverancia. ¿No es eso lo que dijo Jesús? “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. No debemos entonces refugiarnos en nuestra pereza o estimular nuestra pecaminosidad con la abusada doctrina de la seguridad del creyente. Sepamos apreciar la doctrina de la perseverancia de los santos y reconozcamos que podemos considerar la fe de nuestra seguridad en Cristo sólo mientras que perseveremos en la fe y la santidad hasta el final. (Redemption Accomplished and Applied, 154-55) Cualquier doctrina de seguridad eterna que excluye la perseverancia, distorsiona la propia doctrina de la salvación. El cielo sin santidad ignora el propósito para el cual Dios eligió y redimió a Su Pueblo: Dios nos ha elegido para este propósito. “Nos escogió en Él (Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). Nosotros hemos sido predestinados para ser conformados a la imagen de Cristo en toda Su pureza (Ro. 8:29). Esta elección divina nos da la certeza que seremos como Él cuando Él aparezca (1 Juan 3:2). De este hecho, Juan deduce que todos quienes tengan su esperanza en Él se purifican tal como Cristo es puro (1 Juan 3:3). La forma de utilizar la palabra “todos” da la certeza de que aquellos que no se purifican no verán a Cristo, ni serán como Él. Mediante su falta de purificación, probarán que no estaban predestinados. El apóstol por lo tanto le asesta un duro golpe al Antinomianismo. (Richard Alderson, No Holiness, No Heaven!, p.88) La propia santidad de Dios requiere perseverancia. “La gracia de Dios asegura nuestra perseverancia, pero esto no significa que no somos responsables de perseverar”. Los creyentes no pueden adquirir “"el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" a menos que “prosigan a la meta” (Fil. 3:14). Pero a medida que ellos "trabajan (su) salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12), se encuentran con que "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:13).
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